¿Te ha pasado que continuamente
te propones nuevos objetivos? Voy a hacer esto y luego aquello...
metas grandes, pequeñas...
A corto, mediano o largo plazo..
pero... ¿te ha sucedido que al lograrlas, no supiste ni cómo, ni
cuánto tiempo te tomó?
Hace poco, en días de vacaciones,
tuve la posibilidad de recorrer un sendero dentro de un Parque
Nacional (Sur de Chile). Al inicio un mapa daba cuenta de cuáles
eran los senderos posibles, los kilómetros y tiempo aproximado... No
era necesario llevar equipo especial, solo ganas y agua!
Definimos que llegaríamos a un punto
X, donde había una cascada, y si había tiempo, avanzaríamos a la
laguna que estaba más allá. Sin saber cómo era el trayecto,
emprendimos la marcha, teníamos que llegar a la meta. A poco andar,
comencé a disfrutar de un paisaje hermoso; árboles, riachuelos,
sonidos de aves y silencios que me hacían parar, simplemente para
disfrutar del recorrido... Luego de un par de horas y aún lejos de
la cascada, me di cuenta que poco importaba si llegaba o no allí, lo
importante para mí era disfrutar de cada paso del sendero. Los
aromas... el crujir de las ramas bajo los pies, el cuidado al dar
pasos sobre terreno barroso, subidas y bajadas que hacían que me
mantuviera con toda la atención puesta allí... Pasadas varias horas
mi cuerpo comenzó a acusar cansancio y poco me importaba la meta,
sin embargo el sonido del agua que llegaba a mis oídos me indicaba
que estaba cerca, así es que me concentré en caminar con cuidado,
parar cada cierto rato, respirar profundamente, hasta que de pronto
ahí estaba... frente a una cascada que tal vez no era tan grande, ni
tan majestuosa como otras que hay en el mundo... pero era un gran
regalo... agua fresca, su sonido al caer de las alturas era fuerte,
refrescante. ¡Habíamos llegado! Podría haberme quedado ahí largas
horas, sin embargo era tarde y había que continuar o regresar...
solté las metas y nuevamente me dediqué a vivir cada paso
intensamente... cada paisaje era un regalo... no eran metas que me
propuse alcanzar, sin embargo cada uno me llenaba de energía, de
asombro, de fuerza...
Ya de regreso en la ciudad, en la
rutina del día a día, he buscado cómo aplicar esta experiencia...
Desde el modelo de la PNL, habitualmente nos proponemos objetivos, el
Estado Deseado, y hacia allá enfocamos la atención, hacemos como si
ya hubiéramos logrado la meta (vemos, oímos, sentimos), detectamos
las cosas que nos acercarán, las que pueden interferir, e incluso
podemos llamar la presencia de mentores que fortalezcan ciertos
recursos que son útiles... Pero a veces sucede que nos enfocamos
tanto en ese lugar que llegamos sin saber ni
cómo, ni cuánto tiempo nos tomó... Nos perdemos la
posibilidad de disfrutar del camino, de transitarlo en gozo,
descansando, manteniendo la conexión con nosotros mismos y con el
mundo. Y quizá esto marca la diferencia entre llegar a la meta, una
y otra y otra más y VIVIR la meta... Ciertamente que es importante
proponernos objetivos en la vida, pero creo que es importante que
podamos disfrutar de los caminos que recorremos... parar, descansar,
respirar, sentir y al llegar … CELEBRAR... sí porque cada logro
que tenemos nos aporta energía para lo que sigue, o bien alegría
para simplemente ESTAR en el momento en que uno está…
Tal vez la próxima vez que te
propongas un objetivo, lo puedas soltar y así tengas todo el tiempo
del mundo para darte cuenta de los regalos que hay en el recorrido...
y puedas ir haciendo los ajustes necesarios si algo no va
funcionando. Esto requiere estar muy atentos a lo que estamos
viviendo... Proponernos una meta, soltar la meta y de pronto ahí
estamos, sólo que esta vez disfrutamos de todo el camino y lo
hicimos conscientemente... paso a paso... DESPIERTOS!
Alexandra Vrsalovic
Honorato
Fonoaudióloga
U. de Chile - Coach
y Trainer PNL - Terapeuta Floral